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Tres poemas de Alfredo Fressia

GULA

Porque amo y porque admiro yo devoro.

¿Los otros no acumulan libros, mapas,

sellos, muñecos, fotos sin decoro,

amuletos, santos de porcelana?

No soy mero glotón que por su inri

consume en alimentos toneladas

ni soy el sibarita inverosímil

buscando una delicia innominada.

Mi deseo es el mundo en mis entrañas,

ostras vivas crispadas al limón,

el verde deslizarse de las plantas,

los peces venenosos del japón.

Trago la selva en cada fina hierba

y se me entrega dócil un antílope:

de noche en el regusto de una cena

me apodero del sol en la planicie.

Quiero que el centro de mi cuerpo sea

túnel del mundo y fluya en él la vida.

La obra de Dios se expulsa en polvareda

pero antes la ensalivo y me acaricia.

Desamparado y vil, tan breve el cuerpo,

no busco el alimento, busco paz,

por dentro estoy vacío y es obeso

el pecador, el goce y el manjar.

POETA EN EL EDÉN

No, Señor,

nunca huiré del Paraíso, tengo en mí

la leche eterna de los padres y los hijos,

y escribo poemas para la nostalgia.

No, Señor,

nunca seguiré el rumbo imprudente

de los cuatro ríos, el que impele a los nautas

hacia el mar de monstruosas criaturas.

Habían podado las ramas de oro

que brillaban en el árbol de la vida.

Y ahora me llaman como almas.

No, Señor,

nunca comeré del árbol prohibido.

Apreté tantas veces en mi mano

las frutas suculentas. Aspiro

los perfumes seductores,

—Et d´autres, corrompus, riches et triomphants—

Nada sabes de mis íntimos

paraísos artificiales, y te ofrezco las costillas

húmedas y turgentes

para que sigas modelando al mundo

mientras duermo.

Soy un niño inmenso

escribiendo dócilmente en el barro del Edén.

Tengo un muñeco de porcelana blanca.

Balbucea.

Verso Ocioso

Combino con distancia y con recuerdo,

existo poco y mal en el presente.

Vengo de lejos, pero sólo en sueños,

de cerca mi presencia se disuelve.

El sol que me ilumina es de topacio,

y en mi carta la luna es de papel

en áspero cuadrado con el astro

más opaco: mis tonos son pastel.

Escribo versos en endecasílabos

los días lluviosos (como es hoy) y llego

casi al presente donde me deslizo

recto hacia atrás en busca de sosiego.

Visto de cerca yo me desvanezco.

¿Música en mí? Sólo de las esferas.

Por la línea del tiempo huyo del duelo

de ese abismo en el hoy que nos acecha.

Lo aprendí en el camino del exilio:

duele el país real de la memoria

y nace como un hongo en otro sitio,

envenenado y que también acosa.

Y por eso hoy combino con distancia.

Cuando casi estoy vivo casi muero,

y casi escribo, torpe de añoranza,

un verso ocioso, ausente y con defectos.

Alfredo Fressia nació en Montevideo, 1948. Es poeta, traductor y crítico literario. Desde 1976 reside en São Paulo, Brasil. En 2010 publicó la antología Canto desalojado (São Paulo, Lumme Editor).


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