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Beatriz

Sólo podía mirar el hilo de sangre que comenzaba a recorrer su brazo, ese líquido cálido y resplandeciente le hizo entender la gravedad del asunto, había cortado su pequeño dedo menique de un solo tajo, tan rápido que prácticamente no había sentido dolor alguno. Como cómplice, solo hallo la enorme navaja que se encontraba frente a ella, esta poseía una especie de brillo triunfal a pesar de que se veía una mancha opaca que dejaba ver el corte había sido limpio.


Con un reflejo casi manual, tomo de la otra banda de producción que se hallaba a su espalda un pequeño tubo metálico que se utilizaba para poner el logo de la empresa en la mercancía, este en su extremo inferior se encontraba tan caliente como para marcar cualquier metal, con él se encargó de cauterizar la herida. Todo esto no le tomo más de 5 minutos, pálida y comenzando a sentir oleadas de dolor, busco la parte que le había sido mutilada, su dedo había rodado hasta caer y era indispensable encontrarlo, dado que esa pieza ahora significaba su objeto más valioso.


Movió ciegamente su mano derecha (la que estaba completa) por el suelo, hasta que pudo sentir la uña de su dedo, lo tomo y le dio un beso, sin tener el reparo de sentir asco por la combinación de sangre y aceite que tenía. Lo metió en la pequeña bolsa de su pantalón y cerro de forma hermética.

Con una sonrisa continuo su monótono trabajo, poniendo las piezas cilíndricas y cortándolas con una velocidad que solo se ganaba con mucho tiempo de trabajo, espero con ansias la hora de cambio de turno, al salir de la enorme fabrica, corrió hacia el sector 10, donde sabía que había un hombre que iba a cambiarle la vida, al certificarla como humana.


Por su alegría no se percató que tan lejos se encontraba el sector 10, la fábrica se hallaba en el 1, así que tendría que caminar hasta casi el alba, como era común en cualquier ciudad, prácticamente todo estaba en penumbras, solo en las fábricas y en las unidades de comercio se permitía tener pequeñas porciones de luz que venían de alguna clase de led, pese a su costumbre decidió ir por una calle donde al menos podría ver sus pasos, así que se fue por La Segunda Avenida, que era la dedicada a toda clase de comercio, creyó que estaría más segura.


En el primer mes trabajando en la fábrica, había visto infinidad de trabajadores haciendo lo mismo, mutilarse a sí mismos (intencional o no), de manera rápida, rustica y cruel, así como también curando ellos mismos esas heridas. Esto se debía no a otra cosa sino que no existía sobre el mundo un médico, todos habían perecido en la última guerra que tuvieron los humanos y los robots, dado que los médicos eran los más eficaces a la hora de determinar cuál ser decía la verdad acerca de su naturaleza, los robots a partir del año 2080 habían adoptado un aspecto humano prácticamente perfecto, y no solo un aspecto, sino también una especie de “conciencia”, esto no había significado nada por todo un siglo, hasta que uno de ellos fue llevado a juicio por haber asesinado a una pequeña anciana y su gato, porque la anciana le ordeno que lo bañara a este último, lo trato como un objeto, como una máquina, como lo que era.


Después de esto el pánico creció en la población y el poderío de las maquinas se impuso, el ser humano como siempre, resolvió el asunto con la única forma que sabe: con la guerra, pero rápidamente se vio mermado ante su propia creación, fue entonces que no encontró solución alguna que eliminar hasta donde le fue posible todo tipo de tecnología que había logrado en toda su historia, por qué por alguna extraña razón los robots la necesitaban como los humanos necesitaban el aire para poder vivir.

Al principio funciono con gran éxito, pero surgió un problema, los robots aún se mezclaban con ellos, fue en este punto donde los altos mandos de la civilización humana tomaron medidas cada vez más extremistas y en este ramo los médicos fueron los más especializados, al perecer estos, lo único que quedo fue mandar reglas universales para los humanos.

  1. Sólo se permitía el trabajo y la salida de noche y a pequeñas cantidades de calor necesarias para el trabajo

  2. Se permite únicamente consumir líquidos.

  3. Asesinar a cualquier animal que se vea y el cuerpo incinerarlo.

  4. Certificar con alguna parte de tu cuerpo, tu autenticidad como humano (sólo se aceptan partes extraídas de tu cuerpo que contengan: pelo, piel, carne, hueso y sangre), persona mayor a 18 años que no cumpla será asesinado e incinerado.

Todo esto por las siguientes razones:

  1. Los robots necesitan energía (por lo tanto necesitan estar expuestos y los menos avanzados necesitan luz eléctrica cada 24 horas).

  2. Su propia naturaleza impide que su cuerpo procese líquidos de cualquier tipo, pueden estar en contacto pero no ingerirlos.

  3. Cazan animales para imitar las partes humanas.

  4. Buscan a toda costa ser humanos (la apariencia más joven que pueden lograr es de 18 años).

Era por esto que una parte del cuerpo por pequeña que fuera significaba ganar el derecho de vivir. Beatriz con 15 años ahora avanzaba por el sector 7 en busca de un certificado de humano. Fue al llegar al sector 8 donde ya no logro vislumbrar a ningún ser, cosa que era rara porque a esa hora todo mundo corría hacia un sitio alejado de la luz, se sintió alterada y comenzó a caminar más rápido, palpo su bolsillo para comprobar que aún seguía su dedo allí, al sentirlo, comenzó a caminar más lento. Pero esto duro poco, porque vio una luz muy intensa emergiendo del suelo, lo cual no podía significar nada bueno, se estremeció, dio la vuelta y comenzó a correr, pero fue inútil, a pesar de su resistencia, la alcanzaron y la arrastraron hacia el nacimiento de esa luz, que por un momento la aturdió.

A todo esto le acompaño solo un silencio fúnebre, ella podía ver como decencia por la más inmunda coladera, lo que no sabía es que ante sus ojos pasaría el más horrendo circo de carnicería humana que pudiera imaginar, debajo de la civilización humana vivía su némesis, los robots habían logrado conquistar la vida subterránea y con ello mantenerse cerca de su obsesión.


Allí llevaban a los humanos que cazaban, les mutilaban los dedos, los brazos y las piernas y con los demás se dedicaban a crear infinita partes de los humanos, con ello lograban aun infiltrarse con los humanos.

Beatriz no pudo hacer nada y solo se limitó a gritar:


-¡Nunca lograran ser como nosotros!





La autora nació en Tehuacán en 1996.


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