Virgo Lactans
- Por: Ángel BALAM.
- 2 may 2016
- 1 Min. de lectura
Si en la furia de tus pezones duros pudiese atornillar mi lengua
ahogado entre la santa muerte que divides,
y rompiera ahí mi cráneo insustancial para gobernar la hora
en que los demonios impelen corazones de estallar y oler
a sudor, ceniza y enamorada carne… Tendría el supremo gozo
de que pueden presumir los miserables:
un sabor capaz de hacer que dios se pusiera de rodillas
e implorase chuparme el sexo para dejarlo vagar libre
entre nuestros pelos, protuberancias y estaciones.
Lo oiremos cantar puercas rondas mientras cobija tu blancura
y mi robusta maquinaria de alaridos.
Podría mamar de ti junto a tu esposo y tus hijos,
porque mi nombre es Bernardo de Claraval y no reniego
del sueño que en mi boca se deslíe; voy presto al convite
de tu leche milagrosa. ¡Dámela, baña mis entrañas
y hazme un superhombre!
Rauda expulsa tu licor, ante este diácono obseso
aprieta las tetas rotundas e ilumina el cosmos.
Yo comería de ti hasta volverme loco de rabia
y reventar como la piel de una serpiente antigua.
Si pudiera bañarme en tu humedad, quemarme con el eco
incendiario que tu voz riega en el viento, sería el más vil
de los tiranos y el más noble de los huérfanos.
Si reposara en tu cálice, espeso y moribundo,
yo no me iluminaría de inmenso; besaría tu frente,
agarraría tus muslos y llenaría tu boca de mi infamia,
después fumaría un cigarro y abriría los brazos
para ascender al cielo y desde allí afirmar:
ya no te necesito.

El autor nació en Yucatan en 1988. Es poeta y dramaturgo ha participado en diversas antologías de poesía.
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