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Neruda en el corazón: la poesía no habrá cantado en vano.

ENTRADA Neruda, es el incansable forjador de sueños, el fundador obstinado de utopías.


Entre perales y tejas y lluvia; Cuando brillaban las uvas chilenas se apagó su voz, pero fue solo un momento, solo un instante; porque después del breve silencio de la ceremonia de muerte, su voz se ha levantado aún más clara. Un 22 de septiembre de hace ya cuarenta años, muere, se sospecha que asesinado, Pablo Neruda.


“Allí, en el centro de Chile, crecen las viñas y abunda el vino. Sin que yo lo recuerde, sin saber que la miré con mis ojos, murió mi madre doña Rosa Basoalto. Yo nací el 12 de julio de 1904, y un mes después, en agosto, agotada por la tuberculosis, mi madre ya no existía”. Escribe Don Pablo en sus memorias.


Neruda es ante todo, como lo definió Antonio Eskarmenta, en su libro Ardiente Paciencia, “el poeta amado por el pueblo”. Un hombre comprometido con la historia y con su tiempo, un poeta que se atrevió, como muy pocos, a sacar la poesía a la calle y que logró, mejor que nadie, el compromiso del escritor con la difícil realidad latinoamericana.


Si quisiéramos definir al poeta de América tendríamos que decir que era: “duro de nariz, mínimo de ojos, creciente de abdomen, largo de piernas, amarillo de tez, generoso de amores, tierno de manos, lento de andar, inoxidable de corazón, aficionado a las estrellas, caminante de arenas, torpe de instituciones, chileno a perpetuidad, mal educado en casa, tímido en los salones, investigador en mercados, oscuro en las bibliotecas, melancólico en las cordilleras, monumental de apetito, tigre para dormir, desordenado, persistente, valiente por necesidad, cobarde sin pecado, soñoliento de vocación, amable de mujeres, activo por padecimiento, poeta por maldición y tonto de capirote” así se definió en su autorretrato,


Pablo Neruda tiene la grandeza de haberle cantado a todo. Nada escapó a su mirada de niño grande, de hombre niño. En sus odas elementales abarcó el mar de lo existente: las cebollas, los tomates, las papas, el gato, el elefante: la naturaleza toda; y también cantó a los calcetines, a la pobreza, a los albañiles; pero sobre todo Pablo cantó al amor; y al pueblo y a la historia de los pueblos; y con ello a la esperanza en un mundo más justo, más humano, menos violento. En este sentido es un poeta optimista, tiene fe, en el género humano y su capacidad para alcanzar luchando la libertad y la justicia: “y así demuestra con su luz la Historia/ que el hombre modifica lo que existe/y si lleva al combate la pureza/ se abre en su honor la primavera insigne”.


La poesía de Neruda es, también, la voz que reivindica a los buenos y señala a los tiranos; porque no dudó un solo instante, en poner su canto al servicio de la liberación de los hombres y también de las mujeres, pese a las críticas de aquellos poetas “orgánicos” que se lanzaron con todo, para tratar de opacar, la grandeza del arte y del artista que interpreta el sufrimiento de los pueblos, y los sublima en palabras que generan ideas, y las ideas transformaciones sociales: “y cada una de mis líneas lleva/un peligro de pólvora o de hierro,/ que caerá sobre los inhumanos,/ sobre los crueles;/ sobre los soberbios./ Pero el castigo de mi paz furiosa/no amenaza a los pobres ni a los buenos:/con mi lámpara busco a los que caen,/alivio sus heridas y las cierro:/y éstos son los oficios del poeta,/ del aliviador y del picapedrero…/


Pero nuestro vate, no solo cantó a las luchas del ser humano por la libertad y la justicia; en su juventud y en su madurez, siguió cantando al amor; Neruda creía en el amor de pareja. Los versos dedicados a Marisol y a Mariluna, a Delia del Carril, a Matilde Urrutia y a tantas otras mujeres que amó y lo amaron, se siguen leyendo en casi todas las lenguas del mundo inspirando a los jóvenes en el romanticismo y el cortejo; consolándolos en el desamor y la soledad; porque no le gustaba el hombre sin mujer, ni la mujer sin hombre. También se erige como un poeta erótico. En su poesía Pablo celebra el acto del amor; nadie como él, ha podido describir de manera tan sublime la desnudez de la amada: “Desnuda eres tan simple como una de tus manos:/ lisa, terrestre, mínima, redonda, transparente./ Tienes líneas de luna, caminos de manzana./ Desnuda eres delgada como el trigo desnudo./ Desnuda eres azul como la noche en Cuba:/ tienes enredaderas y estrellas en el pelo./ Desnuda eres redonda y amarilla/como el verano en una iglesia de oro./”


Alguien alguna vez escribió: “ten cuidado con los genios, porque muchas veces se hacen los muertos” y Jaime Sabines afirmaría más tarde: “poetas mentirosos, ustedes no se mueren nunca”. Y aunque hace cuarenta años que Neruda se marchó a otras dimensiones: vive. ¿Quién podría afirmar a estas alturas que Pablo ha muerto? “Mi deber es vivir, morir, vivir”. Pablo Neruda vive en las cordilleras chilenas, en la Pampa salitrera, entre las uvas y el tiempo, en los mercados de México a los que amó y cantó, en las cosas a las que amaba loca, locamente. Seguirá viviendo pintando de azul los hospitales, dejando que los otros, esos que no quieren ver la injusticia y sus consecuencias, continúen paseando en el parnaso, como ratas alegres en el queso.


Neruda debe seguir viviendo porque le hace falta a una tierra en la que el mal se ha enseñoreado. Hoy como nunca, el mundo necesita de los poemas de Neruda, de su verso valiente, de su corazón gigante, de su pensamiento y de su sentimiento y de esa frase inolvidable que nos impulsa a seguir adelante convencidos, como él, de la profecía de Rimbaud: “sólo con una ardiente paciencia conquistaremos la espléndida ciudad que dará luz, justicia y dignidad a todos los hombres”.


ABSTRACT “Y hay que arreglar las cosas de los hombres, porque no somos pájaros ni perros”

SUGERENCIA: Vete leyendo: Confieso que he Vivido





El autor es poeta y filosofo de la ciudad de Tehuacán.




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