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Gangrena.

lo sé;

he plantado moscas en tu corazón y el mío

se hunde en la tierra más seca y fría

el corazón se hunde y no puede evitarlo

–no puede evitar hundirse en la baba espesa de la boca– tal cual las moscas y sus patas apuntando a lo hondo

tal cual las moscas y sus alas como cuchillos carniceros

como machetes transparentes rebanándolo todo: y entonces la disección

y entonces la fragmentación de las cosas

y entonces la superficie y la sangre coagulada de las ideas

y entonces la putrefacción de todo gesto y entonces el amor

y su agonía

así es mi corazón: negro e insectario: latigazos como balas se escuchan cuando late

–se oyen como temblores cada vez más solos– que retumban desde adentro y lo destruye todo

lo sé;

tú sonríes como lo hace a veces la noche

y dibujas formas con tu boca que interpreto de mil maneras distintas y todo se desmorona mil veces como en una pesadilla y todo se reconstruye cada vez más bello al igual que un sueño

más extraño más nítido más peligroso

y negro:

ahora el zumbido de esas alas transparentes como el sexo

como cuchillos chocando en medio de la noche más limpia no me dejan ver por su destello

son un velo deformado por la lengua

–una sombra que cercena– un sonido que procura ser mensaje y alcohol

un sonido que es una incisión profunda y pretenciosa en medio de la odiosidad más ebria

–que arde y duele hasta la muerte–

y entonces el medio y el mensaje

y entonces la herida y su virulencia

estoy oculto, lo sé;

como quién teme el dolor del hallazgo

igual que un insecto que teme a la luz del día

estoy oculto, lo sé; detrás de moscas negras y enormes; soy una de ellas creo –insufrible y pequeñito– y regurgito y me alimento

y en la acidez me baño me sumerjo –bebo de los charcos más espesos; de la bilis más lisérgica y fatal–

junto a la carne descompuesta de otros muertos

–quizás y mil veces más felices que yo– que se estremecen al compás de millones de moscas

–quizás y mil veces más felices que yo– al ritmo de sus alas diminutas y aceradas de su movimiento sucio e imperceptible

de su zumbido demencial y violento

una ola profunda y oscura que acecha como tsunami

aquí estoy –grito– pero no me escuchas

¡aquí estoy! aquí junto al jugo más putrefacto que las mismas palabras

más corrupto que esos mismísimos cuchillos

–silenciosos y deformes que no hacen más que alejarme

cortarme abrirme en tajos–

y que atesoro como un cáncer en la glotis:

y me alejo

y me extravío

y me pierdo en un océano espeso y solo

uno que no somos nosotros

uno que nunca seremos nosotros

lo sé;

he plantado moscas en tu corazón

pero alguna vez la luz del día reventó en nuestra cara

y tu rostro se iluminó

lo sé

–tú lo sabes también–

y la idea de la muerte se oyó sin dolor

y los golpes tuvieron sabor a fruta:

éramos quienes

ahora no

más hermosos que todo el dolor reunido en un abrazo tierno

–anda a saber tú por qué cambian las cosas–

éramos quienes ahora no y nos extraviamos

como quien se pierde en un beso que hierve y quema

–y llegó el vinagre y su fruta–

¿sabes?:

el amor es un veneno que nos enferma

el amor es un veneno cruel que moja todo con su baba

distorsiona la voz y cualquier otro sitio

–y entonces ya no nos escuchamos

y no nos reconocemos en ninguna parte–

y las distancias y las fronteras construyen un juego turbio;

son síntomas de una historia de un mito que tiembla

que se vuelve carne y se desintegra

que se vuelve piedra y lastima y todo lo muda

con su viscosidad

lo sé:

todo lo transforma su metamorfosis

todo lo cambia su figura agria

–entonces yo/entonces tú

atrapados en medio de las conjugaciones

atrapados en su trampa venenosa–

no hay límites para las palabras te digo

ni para su curva afilada

ni para su sonido letal:

todo sigue igual

–dentro del lenguaje

y fuera de él donde nada es diferente–

dentro y fuera de la boca donde todo es lo mismo

donde nada más existe

lo sé;

he plantado moscas en tu corazón

estoy sembrando larvas ahora mismo

–entregado al oficio putrefacto de la carie–

y al parecer nada me detiene

ni los dientes ni la piel ni la carne

–ni el tiempo mismo que es un muro

muchas veces infranqueable–

ni la pena ni la tristeza que a veces me doblega

y me amarra desde la fragilidad hasta los huesos

y me agarra y no me suelta

y no me deja avanzar

entonces las miradas se vuelven signos ilegibles

un temblor que te cierra los ojos y te empapa con su fetidez

y te tapa la boca y te dibuja

lo sabes

lo sé

El autor ha publicado en diversas revistas y antologías impresas y digitales. En 2013 Obtiene premio de poesía en el concurso “Poetas del Desierto” organizado por la Fundación Pablo Neruda. El 2016 Obtiene el Fondo nacional del Libro otorgado por el Consejo Nacional de la cultura y las Artes de Chile por su obra “La Comarca”. Sus textos aparecen en antologías como: “Poetas del Norte” (Antofagasta, Pentagrama Ediciones. 2005); “Un poema siempre será nada más que un poema” (Groenlandia-Cinosargo, 2010), etc. Ha publicado los libros: “La Comarca: ensayo sobre el desarraigo” (Editorial Fugitiva Cartonera, 2016); “Ex Machina” (Poesía. 1a ed. Editorial digital BongoBook Ediciones, 2015; 2a ed. Maki_naria ediciones, 2015) “spin off” (Poesía. Editorial Olga Cartonera, 2013); “escupe” (Poesía. Editorial korekhenke, 2013); “la pequeña casa en la pradera” (Poesía. Editorial Digital 404, 2012); “los ingalls” y “la pradera” (Poesía. Proyecto Editorial Itinerante, 2012); family values (Liga de la Justicia Ediciones. 2011); “Shhh” (Poesía concreta. Cinosargo Ediciones. 2010).


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