Gangrena.
- Por: Mauro GATICA
- 2 may 2016
- 4 Min. de lectura
lo sé;
he plantado moscas en tu corazón y el mío
se hunde en la tierra más seca y fría
el corazón se hunde y no puede evitarlo
–no puede evitar hundirse en la baba espesa de la boca– tal cual las moscas y sus patas apuntando a lo hondo
tal cual las moscas y sus alas como cuchillos carniceros
como machetes transparentes rebanándolo todo: y entonces la disección
y entonces la fragmentación de las cosas
y entonces la superficie y la sangre coagulada de las ideas
y entonces la putrefacción de todo gesto y entonces el amor
y su agonía
así es mi corazón: negro e insectario: latigazos como balas se escuchan cuando late
–se oyen como temblores cada vez más solos– que retumban desde adentro y lo destruye todo
lo sé;
tú sonríes como lo hace a veces la noche
y dibujas formas con tu boca que interpreto de mil maneras distintas y todo se desmorona mil veces como en una pesadilla y todo se reconstruye cada vez más bello al igual que un sueño
más extraño más nítido más peligroso
y negro:
ahora el zumbido de esas alas transparentes como el sexo
como cuchillos chocando en medio de la noche más limpia no me dejan ver por su destello
son un velo deformado por la lengua
–una sombra que cercena– un sonido que procura ser mensaje y alcohol
un sonido que es una incisión profunda y pretenciosa en medio de la odiosidad más ebria
–que arde y duele hasta la muerte–
y entonces el medio y el mensaje
y entonces la herida y su virulencia
estoy oculto, lo sé;
como quién teme el dolor del hallazgo
igual que un insecto que teme a la luz del día
estoy oculto, lo sé; detrás de moscas negras y enormes; soy una de ellas creo –insufrible y pequeñito– y regurgito y me alimento
y en la acidez me baño me sumerjo –bebo de los charcos más espesos; de la bilis más lisérgica y fatal–
junto a la carne descompuesta de otros muertos
–quizás y mil veces más felices que yo– que se estremecen al compás de millones de moscas
–quizás y mil veces más felices que yo– al ritmo de sus alas diminutas y aceradas de su movimiento sucio e imperceptible
de su zumbido demencial y violento
una ola profunda y oscura que acecha como tsunami
aquí estoy –grito– pero no me escuchas
¡aquí estoy! aquí junto al jugo más putrefacto que las mismas palabras
más corrupto que esos mismísimos cuchillos
–silenciosos y deformes que no hacen más que alejarme
cortarme abrirme en tajos–
y que atesoro como un cáncer en la glotis:
y me alejo
y me extravío
y me pierdo en un océano espeso y solo
uno que no somos nosotros
uno que nunca seremos nosotros
lo sé;
he plantado moscas en tu corazón
pero alguna vez la luz del día reventó en nuestra cara
y tu rostro se iluminó
lo sé
–tú lo sabes también–
y la idea de la muerte se oyó sin dolor
y los golpes tuvieron sabor a fruta:
éramos quienes
ahora no
más hermosos que todo el dolor reunido en un abrazo tierno
–anda a saber tú por qué cambian las cosas–
éramos quienes ahora no y nos extraviamos
como quien se pierde en un beso que hierve y quema
–y llegó el vinagre y su fruta–
¿sabes?:
el amor es un veneno que nos enferma
el amor es un veneno cruel que moja todo con su baba
distorsiona la voz y cualquier otro sitio
–y entonces ya no nos escuchamos
y no nos reconocemos en ninguna parte–
y las distancias y las fronteras construyen un juego turbio;
son síntomas de una historia de un mito que tiembla
que se vuelve carne y se desintegra
que se vuelve piedra y lastima y todo lo muda
con su viscosidad
lo sé:
todo lo transforma su metamorfosis
todo lo cambia su figura agria
–entonces yo/entonces tú
atrapados en medio de las conjugaciones
atrapados en su trampa venenosa–
no hay límites para las palabras te digo
ni para su curva afilada
ni para su sonido letal:
todo sigue igual
–dentro del lenguaje
y fuera de él donde nada es diferente–
dentro y fuera de la boca donde todo es lo mismo
donde nada más existe
lo sé;
he plantado moscas en tu corazón
estoy sembrando larvas ahora mismo
–entregado al oficio putrefacto de la carie–
y al parecer nada me detiene
ni los dientes ni la piel ni la carne
–ni el tiempo mismo que es un muro
muchas veces infranqueable–
ni la pena ni la tristeza que a veces me doblega
y me amarra desde la fragilidad hasta los huesos
y me agarra y no me suelta
y no me deja avanzar
entonces las miradas se vuelven signos ilegibles
un temblor que te cierra los ojos y te empapa con su fetidez
y te tapa la boca y te dibuja
lo sabes
lo sé

El autor ha publicado en diversas revistas y antologías impresas y digitales. En 2013 Obtiene premio de poesía en el concurso “Poetas del Desierto” organizado por la Fundación Pablo Neruda. El 2016 Obtiene el Fondo nacional del Libro otorgado por el Consejo Nacional de la cultura y las Artes de Chile por su obra “La Comarca”. Sus textos aparecen en antologías como: “Poetas del Norte” (Antofagasta, Pentagrama Ediciones. 2005); “Un poema siempre será nada más que un poema” (Groenlandia-Cinosargo, 2010), etc. Ha publicado los libros: “La Comarca: ensayo sobre el desarraigo” (Editorial Fugitiva Cartonera, 2016); “Ex Machina” (Poesía. 1a ed. Editorial digital BongoBook Ediciones, 2015; 2a ed. Maki_naria ediciones, 2015) “spin off” (Poesía. Editorial Olga Cartonera, 2013); “escupe” (Poesía. Editorial korekhenke, 2013); “la pequeña casa en la pradera” (Poesía. Editorial Digital 404, 2012); “los ingalls” y “la pradera” (Poesía. Proyecto Editorial Itinerante, 2012); family values (Liga de la Justicia Ediciones. 2011); “Shhh” (Poesía concreta. Cinosargo Ediciones. 2010).
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